Cuatro, tres, dos, en el mismo instante en que el peatón se dispone a cruzar la calzada, nota que el cordón de uno de sus zapatos se ha desatado. Se agacha para anudarlo, y cuando se yergue, el semáforo se ha cerrado. Ignora, ignorará siempre, que de haber pasado entonces, se hubiera topado al otro lado con una amiga de la infancia, a la que invitará a tomar café, se casará a los seis meses, y degollará a los dos años justos, del mismo instante en que se afanara en poner en orden sus zapatos.
(INÉDITO)
Anuncios